jueves, 15 de marzo de 2018

Capítulo II

Muy temprano a la mañana siguiente la princesa se encerró junto con su maestro en la biblioteca para realizar el examen de historia acerca de la guerra del intruso. Leo estuvo recordando parte de la historia e imaginando que clases de preguntas le harían a la princesa. El parecía recordar todo lo que había aprendido con su improvisada maestra el día anterior e imaginaba como debieron haber sido esas batallas con seres de sombras.

A mitad de la mañana, las puertas de la biblioteca se abrieron y la princesa salió ataviada con un hermoso vestido azul que hacía juego con sus ojos. Al ver a Leo se le dibujó una sonrisa y caminó hacia el.

-¿Como ha estado vuestra prueba, Majestad? - la joven parecía muy emocionada ante la pregunta.

-Mi maestro dice que la he aprobado satisfactoriamente - replicó - En este momento vamos a dar la noticia a mi padre, quien sigue muy de cerca mi educación.

El escolta se alegró, entre otras cosas, de que por fin cambiaría de posición, porque a pesar de haberse acostumbrado a estar de pie durante horas con la armadura puesta, no era una de sus condiciones preferidas en las actividades militares.

Ese día había una brisa fresca y un cielo limpio y despejado, los rayos de sol se reflejaban en los ornamentos de que la princesa llevaba puestos y en la armadura del caballero. El pasillo que conducía al trono estaba decorado con los estandartes de Cardia: El águila dorada extendiendo sus alas a los cielos. Leo no ingresó, se quedó al lado de los guardias de la cámara del trono, quienes, al igual que el, lucían un uniforme azul al interior de sus armaduras. Los guardias personales eran hombres altamente entrenados, y el hecho de que Leo a su corta edad fuera asignado a la Princesa Camila de Cardia decía mucho de el. 

Recordó el día que la Princesa había regresado al reino de un viaje que hizo al sur. El observaba de lejos. Ella bajó del carruaje e hizo una reverencia a los reyes antes de lanzarse a sus brazos como la hija amorosa que es. Estaba llegando la noche y ella se retiró al comedor real para la cena antes de ir a descansar a sus aposentos. El día siguiente, Leo asistió por segunda vez en su vida a la cámara del trono (la primera vez fue para que Su Majestad, el Rey Harald de Cardia, lo nombrara caballero) para hacer oficial el nombramiento de su persona como Guardia Personal. Camila no comprendía porque su padre hacía algo semejante, pero tampoco objetó ante la situación. Ella estaba vestida con un precioso vestido azul marino que resaltaba más el color de sus ojos y la corona que su estatus real le confería.

Leo nunca olvidaría las palabras que el rey le dijo aquel día:

En tus manos tienes el deber de velar por la seguridad y protección del tesoro más grande de este reino. 

La sala del trono estaba ubicada en el lugar más alto del palacio. Desde ahí podía verse completamente la ciudad castillo y al fondo las montañas gemelas que servían como una entrada natural a la capital del reino.

-El tesoro más grande del reino - Leo repitió estas palabras en su mente y sonrió.

No pasó mucho tiempo antes de que maestro y discípula salieran de aquel fastuoso salón. Ella se despidió del anciano con una reverencia y luego se giró hacia el escolta.

-Mi padre se alegró mucho y no se negó a cumplirme un capricho - el joven se imaginó miles de cosas: joyas, vestidos, libros... Pero no supuso y mejor formuló la pregunta.

-¿Que capricho, Alteza? 

-Que me permita almorzar en uno de los jardines del palacio.

viernes, 13 de enero de 2017

Capítulo I


Todo comenzó una tarde soleada. El viento en el jardín traía un aroma dulce mientras se escuchaba el alegre canto de los pájaros. Una silueta blanca contemplaba la ciudad Castillo desde la terraza del jardín. Hay mucha actividad en la ciudadela, ya que se está preparando una fiesta que se llevará a cabo dentro de una semana.

De pronto se abre la puerta de una verja que hace mucho ruido y un caballero entra en el soleado paraje.

-¿Estaís aquí, princesa?- al oir su voz, la silueta blanca salió de su abstracción y se giró en dirección al caballero. El viento jugaba con su cabello suelto. Esbozando una sonrisa respondió.

-¡Acá estoy! - La jóven caminó hacia el caballero.

-La he estado buscando. ¿Que hace aquí, majestad? - Su voz denotaba alivio.

-Estaba viendo la ciudad. Este día esta haciendo un viento muy fresco.

-La ciudad es muy animada en esta época, se está preparando el baile de los círculos. - Ella lo observaba con atención mientras se sentaba en una banca de piedra e invitaba al caballero a sentarse con ella.

-¿Ya has asistido?- preguntó la princesa con interés.

-Fuí al de hace unos años, se celebra cada 3 años... Un año por cada diosa.

-Hace tres años...- trataba de recordar ese tiempo. Habían pasado muchas cosas durante ese período de tiempo.

-Yo me acababa de mudar, vivía en las afueras de la ciudad Castillo para entonces.

-¡Hace tres años mamá me vistió de la diosa de la sabiduría! - recordó por fin la doncella.

-Yo me disfracé de guardia, ¡Quien iba a decirme que para la siguiente fiesta lo sería de verdad! - Exclamó con emoción mientras la princesa observaba con dulzura la brillante armadura gris de aquel soldado. Una duda la asaltó momentos después.

-¿Asistirás este año?

-Espero que si, ahora como guardia tengo acceso a los 3 círculos.

-¿Has pensado invitar a alguna chica del palacio?

-No tengo nadie con quien ir...

-Pero... ¿Has pensado en alguien?...- preguntó con emoción que luego fue seguida de pena- Oh, lo siento. - replicó con las mejillas muy ruborizadas - Discúlpame, no debí preguntar eso.

-No he tenido mucho tiempo para pensar, princesa. El deber me ha requerido. -Ella lo miró contrariada, a lo que el respondió - No importa, Majestad. Suspongo que pasearé por los tres circulos. Siempre he querido ver como celebran en el primero y el segundo círculo.

-Yo siempre estoy en el primero.- Agregó la princesa con un aire desinteresado.

-¿Y como es?

-Es un poco aburrido – respondió mientras posaba su codo izquierdo en uno de los apoyos de la banca para luego apoyar su cabeza en su mano. -Ahí estan todos los nobles. No bailamos, ahí danzan los artistas nada más.

-¡Debe de ser un gran espectáculo! - el caballero imaginaba el lugar del cual provenían aquellos hermosos fuegos artificiales que había visto hacía tres años desde el tercer círculo.

-Si... - Ella miró al cielo un tanto desilusionada, eso mermó el entusiasmo en el caballero.

-¿No le gusta la fiesta, majestad?

-Es que... -retiró los ojos del cielo y los posó en su compañero - Quisiera conocer los demás circulos.

-Pero... ¿De verdad no conoce los otros dos?

-No.

-Ni siquiera el segundo.

-No. - En el tono de voz de la princesa se mezclaba la verguenza y decepción.

-Al menos en el primer círculo aun se disfrazan... - Intentó consolarla el caballero. De repente, los ojos de la princesa se abrieron de par en par y poniendose de pie, exclamó:

-¡Oye! ¡Es cierto! ¡Tu no lo has visto! - Y dejando las palabras en el aire, tomó el brazo del caballero y lo haló en dirección al palacio.

La princesa corria dentro de los pasillos del castillo seguida por el caballero quien, a pesar de la pesada armadura, mantenía el paso de la joven doncella de cabellera negra. Se encontraron con distintas personas que se admiraron de ver la actitud que una persona con el título de Princesa de Cardia estaba demostrando. Un anciano que llevaba una túnica verde muy elegante y que caminaba por un pasillo que daba a un patio exclamó “¡¿Pero que te ocurre, creatura?!” cuando la joven y su guardia personal pasaron a su lado. Finalmente, llegaron a una habitación que tenía dos enormes puertas de madera de roble que tenían inscritos el símbolo de la diosa de la sabiduría. La princesa abrió la puerta de la enorme recámara y pasó entre enormes estanterías llenas de libros. El soldado nunca había entrado en esa habitación, ya que siempre que la princesa se encontraba en esa sala no requería de la guardia personal, pues entraba a leer durante horas y horas hasta que llegaba la hora de cenar en el comedor principal con los reyes, donde había una seguridad mas estricta.

-¡Ven! ¡Pasa adelante!- la joven regresó a la puerta al notar que su compañero no se encontraba a su lado. Al entrar se podía ver una escalinata que llevaba a una segunda planta dentro de la misma habitación donde habían mas estantes cargados con libros. Al otro extremo de la habitación y de frente a la puerta había una enorme ventana que iluminaba por completo la biblioteca durante el día. La doncella se encontraba admirando un fastuoso cuadro ubicado en una pared la segunda planta. A esa hora del día, el cuadro se encontraba completamente iluminado por la luz natural de la ventana.

-Mi padre me lo obsequió para decorar mi estudio.

-La diosa de la sabiduría- Exclamó el soldado.

-Lo trabajaron 12 artistas, quedó listo en 3 días... Recuerdo que me costó mucho quedarme quieta durante las sesiones, jeje. - El cuadro era una pintura de la princesa ataviada como la diosa de la sabiduría. Y es que a la princesa le encantaba mucho empaparse de conocimientos. Había viajado al oriente por su deseo de conocer más acerca del cielo y las estrellas, al norte por la necesidad de estudiar algo de medicina y literatura (los pueblos del norte eran muy ricos en la lírica y la poesía, los libros poéticos que trajo de sus viajes ocupaban un estante completo, y los relacionados a la medicina y la salud llenaban dos muebles enteros). Si había una mujer culta y llena de conocimientos en ese reino, era ella.

-Es un cuadro muy hermoso, Majestad. La felicito. - Las mejillas de la joven se ruborizaron. Se giró hacia la ventana antes de volver a hablar.

-Volveré a vestir como ella. Es muy simpático... Muchos dicen que han podido ver su gracia a través de mi.- La sola idea de pensar que la divinidad había posado sus ojos en ella solo por “querer leer mucho” le parecía risible a la heredera del reino.

-No lo dudo, princesa, todos estamos de acuerdo en eso.- aseguró el joven que no había dejado de admirar la genuina pieza de arte. La princesa se sorprendió mucho.

-Pensé... que era cosa de mi maestro.

-Hasta los panaderos del pueblo lo comentan, Alteza. - ella abrió el ventanal para dejar que pasara la suave brisa vespertina.
-No había tomado en serio los comentarios de mi maestro.

-Pero son muy acertados.

Por la mente de la princesa pasó una idea que la paralizó un instante, luego, su semblante se mejoró.

-Ven en mi a Nayru... pero no puedo ser su reencarnación. -Sonrió y caminó hacia el caballero- El reino se encuentra en completa paz. - Tomó un libro muy pesado y se dirigió a una de las mesas de la biblioteca. Luego tomó un pergamino de un armario y lo llevó junto con el libro.

-Este soldado no entiende de eso, pero si de la paz que hay cerca de usted.- La doncella volvió a verlo con una mirada dulce y compasiva antes de decir “gracias”, visiblemente conmovida. El silencio duró un instante antes de que ella hablara.

-Oye... Tengo que estudiar para un examen que debo presentar mañana...

-¿Que examen, princesa?

-Uno sobre la guerra del intruso... Vamos por esa lección en la clase de historia. - El soldado tenía un poco de noción del tema, pero no estaba muy seguro de cuando había ocurrido.

-¿Hace cuanto fue la guerra del intruso, Alteza?

-Hace 3000 años, cuando las sombras fueron selladas en el reino del crepúsculo... - Sus ojos se abrieron mucho de nuevo – ¡Tengo una idea!

-¿Que esta pensando su Majestad?

-Iba a pedirte que te presentaras ante tu superior porque pasaré la tarde estudiando. Pero ¿Que te parece si estudiamos juntos? - El soldado (quien era un muchacho aún, un poco mayor que la princesa) no comprendía muy bien cual sería su función.

-La verdad, sé poco de historia, Majestad... Pero dicen que enseñar sirve para aprender, creo que podría serle útil.

-¡Gracias!- La sonrisa de la princesa fue tan radiante que podría haber iluminado el día mas oscuro y nublado. Se dirigió al libro que debía leer y exclamó – Entonces, la guerra del intruso comenzó cuando...

Acto seguido de tomar el libro, empezó a leerlo para su guardia y a explicarle ciertos antecedentes, cambiaban de lugar en la habitación cada vez que la princesa se emocionaba con un nuevo hallazgo en su estudio, y sin darse cuenta pasaron las horas. No fue hasta que una brisa fría entró a la sala y le provocó escalofríos a la princesa.

-Brrrr.... Creo que anochecerá pronto. -Cuando pronunció esas palabras, el guardía saltó del asiento con el cuidado de no pisar los libros que durante las horas de estudio la señorita había consultado para complementar el tema de interés.

-¡Me debí reportar con mi superior a media tarde! ¡Se me olvidó por completo! - La joven sopesó rápidamente la situación y como solucionarla.

-Déjame ir contigo, le aclararé todo. - tomó los libros del piso, se puso en pie y los colocó rápidamente en los lugares a los que pertenecían. Únicamente dejo uno en la mesita.

-El problema es que dejé trabajo sin hacer hoy... -El libro le llamó su atención. -¿De que es ese libro, Alteza?

-Es un libro que deseo que tengas. Lo traje del reino del norte, es de poesía. Fue traducido a nuestra lengua especialmente para mi. - Dicho esto, colocó el libro de pasta verde y letras doradas en las manos del guardia.

-Majestad... Yo... - Sus mejillas estaban completamente ruborizadas. - No merezco tal regalo- bajó la mirada al piso avergonzado. El rostro de la princesa adoptó un gesto altanero.

-Ah... ¿Quieres decir que rechazarás un libro que te obsequia Su Majestad, la Princesa Camila de Cardia? - Estas últimas palabras las pronució con una sonrisa que hacía perder toda credibilidad a la altanería que había mostrado anteriormente. El adoptó la postura de una reverencia antes de tomar el libro.

-Es un honor, Alteza. - Ambos permanecieron así unos segundos, hasta que ella le pidió que se pusiera en pie. Cerraron el ventanal y se dirigieron hacia el cuartel de la guardia. En su camino, la gente que se encontraban hacía reverencias a la Majestad, quien inclinaba un poco la cabeza en gesto de gratitud. Cuando llegaron al cuartel, un sonido metálico interrumpió repentinamente el ambiente dentro de la habitación. Los soldados se habían puesto en formación de manera simultánea al ver que un miembro de la familia Real había entrado en el cuartel. Se dirigió hasta la sala en la que se encontraba el Sargento. Antes de entrar pidió ser anunciada. La respuesta del interior de la habitación no se hizo esperar y todos esperaban a la princesa haciendo una reverencia militar.

-Su Alteza. ¡Que honor para nuestros ojos el veros por acá! - El Sargento estaba francamente sorprendido. - ¿A que debo el honor de vuestra visita?

-Sargento, me atrevo a molestarlo por una situación relacionada a mi escolta personal.- el hombre clavó sus ojos en el joven soldado al lado de Su Alteza.

-Si. Si mal no estoy, era quién debía reportarse conmigo a las 3 en punto.- respondió, haciendo énfasis en las últimas 3 palabras. El muchacho se encontraba completamente firme ante su superior, aunque hubiera querido apartar su mirada de el no hubiera podido.

-Lo sé, Sargento. Pido una disculpa ante semejante descuido, pero si me permite explicarle... Leo se encontraba en la biblioteca mientras yo cumplía con un castigo. - Ambos militares se sorprendieron, el mayor porque jamás imagino que la princesa podría ser castigada y el menor por el recurso que ella estaba empleando para salvarlo de un castigo. - Y para garantizar que cumpliera el castigo, mi maestro le asignó que me vigilara en la biblioteca. Cuando nos percatamos, ya era tarde.- El Sargento digirió la historia y sonrió.

-Majestad, espero que vuestro castigo no haya sido tan severo. No imagino que ha hecho para merecer una sanción.

-Pues... Solo me eché a correr dentro de los pasillos del palacio. - Ella se mostraba divertida con la situación, aunque fingia un poco de vergüenza hablando sobre sus acciones.

-Aclarado el asunto, el guardia personal asignado a la princesa queda sin castigo.- se dirigió al escribano -Por favor, apunta eso y envía a alguien a relevar al guardia de la torre norte.

-Agradezco mucho su comprensión, Sargento. - e hizo una leve reverencia al militar.

-Alteza, sus finas maneras y su cordial petición demanda obediencia de mi parte. - El militar saludó a la princesa y de inmediato ordenó al soldado que la acompañase hasta el comedor.

De camino a la estancia no hablaron mucho, la noche ya dejaba caer sobre el cielo su velo oscuro y las primeras estrellas aparecían para saludar al reino. Repentinamente la princesa habló.

-Te agradezco mucho por no haberme descubierto ante el Sargento, pero dudo mucho que hubiese sido tan flexible si le contaba la historia original... Odio decir mentiras, pero no encontré otra solución más rápida.

-Soy yo quien estoy agradecido con vuestra voluntad de ayudar... No quería pasar la noche vigilando en la torre Norte. - El joven fue consciente del libro que llevaba en su mano derecha. - Gracias también por este detalle, Alteza, me siento honrado con vuestro gesto.- la princesa le dedicó una sonrisa. Al llegar a la entrada de la estancia, el caballero se retiró luego de hacer una reverencia no sin antes desearle buenas noches.

-Que tengas dulces sueños, Leo. Que las diosas te favorezcan.