Todo comenzó una tarde
soleada. El viento en el jardín traía un aroma dulce mientras se
escuchaba el alegre canto de los pájaros. Una silueta blanca
contemplaba la ciudad Castillo desde la terraza del jardín. Hay
mucha actividad en la ciudadela, ya que se está preparando una
fiesta que se llevará a cabo dentro de una semana.
De pronto se abre la
puerta de una verja que hace mucho ruido y un caballero entra en el
soleado paraje.
-¿Estaís aquí,
princesa?- al oir su voz, la silueta blanca salió de su abstracción
y se giró en dirección al caballero. El viento jugaba con su
cabello suelto. Esbozando una sonrisa respondió.
-¡Acá estoy! - La jóven
caminó hacia el caballero.
-La he estado buscando.
¿Que hace aquí, majestad? - Su voz denotaba alivio.
-Estaba viendo la ciudad.
Este día esta haciendo un viento muy fresco.
-La ciudad es muy animada
en esta época, se está preparando el baile de los círculos. - Ella
lo observaba con atención mientras se sentaba en una banca de piedra
e invitaba al caballero a sentarse con ella.
-¿Ya has asistido?-
preguntó la princesa con interés.
-Fuí al de hace unos
años, se celebra cada 3 años... Un año por cada diosa.
-Hace tres años...-
trataba de recordar ese tiempo. Habían pasado muchas cosas durante
ese período de tiempo.
-Yo me acababa de mudar,
vivía en las afueras de la ciudad Castillo para entonces.
-¡Hace tres años mamá
me vistió de la diosa de la sabiduría! - recordó por fin la
doncella.
-Yo me disfracé de
guardia, ¡Quien iba a decirme que para la siguiente fiesta lo sería
de verdad! - Exclamó con emoción mientras la princesa observaba con
dulzura la brillante armadura gris de aquel soldado. Una duda la
asaltó momentos después.
-¿Asistirás este año?
-Espero que si, ahora
como guardia tengo acceso a los 3 círculos.
-¿Has pensado invitar a
alguna chica del palacio?
-No tengo nadie con quien
ir...
-Pero... ¿Has pensado en
alguien?...- preguntó con emoción que luego fue seguida de pena-
Oh, lo siento. - replicó con las mejillas muy ruborizadas -
Discúlpame, no debí preguntar eso.
-No he tenido mucho
tiempo para pensar, princesa. El deber me ha requerido. -Ella lo miró
contrariada, a lo que el respondió - No importa, Majestad. Suspongo
que pasearé por los tres circulos. Siempre he querido ver como
celebran en el primero y el segundo círculo.
-Yo siempre estoy en el
primero.- Agregó la princesa con un aire desinteresado.
-¿Y como es?
-Es un poco aburrido –
respondió mientras posaba su codo izquierdo en uno de los apoyos de
la banca para luego apoyar su cabeza en su mano. -Ahí estan todos
los nobles. No bailamos, ahí danzan los artistas nada más.
-¡Debe de ser un gran
espectáculo! - el caballero imaginaba el lugar del cual provenían
aquellos hermosos fuegos artificiales que había visto hacía tres
años desde el tercer círculo.
-Si... - Ella miró al
cielo un tanto desilusionada, eso mermó el entusiasmo en el
caballero.
-¿No le gusta la fiesta,
majestad?
-Es que... -retiró los
ojos del cielo y los posó en su compañero - Quisiera conocer los
demás circulos.
-Pero... ¿De verdad no
conoce los otros dos?
-No.
-Ni siquiera el segundo.
-No. - En el tono de voz
de la princesa se mezclaba la verguenza y decepción.
-Al menos en el primer
círculo aun se disfrazan... - Intentó consolarla el caballero. De
repente, los ojos de la princesa se abrieron de par en par y
poniendose de pie, exclamó:
-¡Oye! ¡Es cierto! ¡Tu
no lo has visto! - Y dejando las palabras en el aire, tomó el brazo
del caballero y lo haló en dirección al palacio.
La princesa corria dentro
de los pasillos del castillo seguida por el caballero quien, a pesar
de la pesada armadura, mantenía el paso de la joven doncella de
cabellera negra. Se encontraron con distintas personas que se
admiraron de ver la actitud que una persona con el título de Princesa
de Cardia estaba demostrando. Un anciano que llevaba una túnica
verde muy elegante y que caminaba por un pasillo que daba a un patio
exclamó “¡¿Pero que te ocurre, creatura?!” cuando la joven y
su guardia personal pasaron a su lado. Finalmente, llegaron a una
habitación que tenía dos enormes puertas de madera de roble que
tenían inscritos el símbolo de la diosa de la sabiduría. La
princesa abrió la puerta de la enorme recámara y pasó entre
enormes estanterías llenas de libros. El soldado nunca había
entrado en esa habitación, ya que siempre que la princesa se
encontraba en esa sala no requería de la guardia personal, pues
entraba a leer durante horas y horas hasta que llegaba la hora de
cenar en el comedor principal con los reyes, donde había una
seguridad mas estricta.
-¡Ven! ¡Pasa adelante!-
la joven regresó a la puerta al notar que su compañero no se
encontraba a su lado. Al entrar se podía ver una escalinata que
llevaba a una segunda planta dentro de la misma habitación donde
habían mas estantes cargados con libros. Al otro extremo de la
habitación y de frente a la puerta había una enorme ventana que
iluminaba por completo la biblioteca durante el día. La doncella se
encontraba admirando un fastuoso cuadro ubicado en una pared la
segunda planta. A esa hora del día, el cuadro se encontraba
completamente iluminado por la luz natural de la ventana.
-Mi padre me lo obsequió
para decorar mi estudio.
-La diosa de la
sabiduría- Exclamó el soldado.
-Lo trabajaron 12
artistas, quedó listo en 3 días... Recuerdo que me costó mucho
quedarme quieta durante las sesiones, jeje. - El cuadro era una
pintura de la princesa ataviada como la diosa de la sabiduría. Y es
que a la princesa le encantaba mucho empaparse de conocimientos.
Había viajado al oriente por su deseo de conocer más acerca del
cielo y las estrellas, al norte por la necesidad de estudiar algo de
medicina y literatura (los pueblos del norte eran muy ricos en la
lírica y la poesía, los libros poéticos que trajo de sus viajes
ocupaban un estante completo, y los relacionados a la medicina y la
salud llenaban dos muebles enteros). Si había una mujer culta y
llena de conocimientos en ese reino, era ella.
-Es un cuadro muy
hermoso, Majestad. La felicito. - Las mejillas de la joven se
ruborizaron. Se giró hacia la ventana antes de volver a hablar.
-Volveré a vestir como
ella. Es muy simpático... Muchos dicen que han podido ver su gracia
a través de mi.- La sola idea de pensar que la divinidad había
posado sus ojos en ella solo por “querer leer mucho” le parecía
risible a la heredera del reino.
-No lo dudo, princesa,
todos estamos de acuerdo en eso.- aseguró el joven que no había
dejado de admirar la genuina pieza de arte. La princesa se sorprendió
mucho.
-Pensé... que era cosa
de mi maestro.
-Hasta los panaderos del
pueblo lo comentan, Alteza. - ella abrió el ventanal para dejar que
pasara la suave brisa vespertina.
-No había tomado en
serio los comentarios de mi maestro.
-Pero son muy acertados.
Por la mente de la
princesa pasó una idea que la paralizó un instante, luego, su
semblante se mejoró.
-Ven en mi a Nayru...
pero no puedo ser su reencarnación. -Sonrió y caminó hacia el
caballero- El reino se encuentra en completa paz. - Tomó un libro
muy pesado y se dirigió a una de las mesas de la biblioteca. Luego
tomó un pergamino de un armario y lo llevó junto con el libro.
-Este soldado no entiende
de eso, pero si de la paz que hay cerca de usted.- La doncella volvió
a verlo con una mirada dulce y compasiva antes de decir “gracias”,
visiblemente conmovida. El silencio duró un instante antes de que
ella hablara.
-Oye... Tengo que
estudiar para un examen que debo presentar mañana...
-¿Que examen, princesa?
-Uno sobre la guerra del
intruso... Vamos por esa lección en la clase de historia. - El
soldado tenía un poco de noción del tema, pero no estaba muy seguro
de cuando había ocurrido.
-¿Hace cuanto fue la
guerra del intruso, Alteza?
-Hace 3000 años, cuando
las sombras fueron selladas en el reino del crepúsculo... - Sus ojos
se abrieron mucho de nuevo – ¡Tengo una idea!
-¿Que esta pensando su
Majestad?
-Iba a pedirte que te
presentaras ante tu superior porque pasaré la tarde estudiando. Pero
¿Que te parece si estudiamos juntos? - El soldado (quien era un
muchacho aún, un poco mayor que la princesa) no comprendía muy bien
cual sería su función.
-La verdad, sé poco de
historia, Majestad... Pero dicen que enseñar sirve para aprender,
creo que podría serle útil.
-¡Gracias!- La sonrisa
de la princesa fue tan radiante que podría haber iluminado el día
mas oscuro y nublado. Se dirigió al libro que debía leer y exclamó
– Entonces, la guerra del intruso comenzó cuando...
Acto seguido de tomar el
libro, empezó a leerlo para su guardia y a explicarle ciertos
antecedentes, cambiaban de lugar en la habitación cada vez que la
princesa se emocionaba con un nuevo hallazgo en su estudio, y sin
darse cuenta pasaron las horas. No fue hasta que una brisa fría entró
a la sala y le provocó escalofríos a la princesa.
-Brrrr.... Creo que
anochecerá pronto. -Cuando pronunció esas palabras, el guardía
saltó del asiento con el cuidado de no pisar los libros que durante
las horas de estudio la señorita había consultado para complementar
el tema de interés.
-¡Me debí reportar con
mi superior a media tarde! ¡Se me olvidó por completo! - La joven
sopesó rápidamente la situación y como solucionarla.
-Déjame ir contigo, le
aclararé todo. - tomó los libros del piso, se puso en
pie y los colocó rápidamente en los lugares a los que pertenecían.
Únicamente dejo uno en la mesita.
-El problema es que dejé
trabajo sin hacer hoy... -El libro le llamó su atención. -¿De que
es ese libro, Alteza?
-Es un libro que deseo
que tengas. Lo traje del reino del norte, es de poesía. Fue
traducido a nuestra lengua especialmente para mi. - Dicho esto,
colocó el libro de pasta verde y letras doradas en las manos del
guardia.
-Majestad... Yo... - Sus
mejillas estaban completamente ruborizadas. - No merezco tal regalo-
bajó la mirada al piso avergonzado. El rostro de la princesa adoptó
un gesto altanero.
-Ah... ¿Quieres decir
que rechazarás un libro que te obsequia Su Majestad, la Princesa
Camila de Cardia? - Estas últimas palabras las pronució con una
sonrisa que hacía perder toda credibilidad a la altanería que había
mostrado anteriormente. El adoptó la postura de una reverencia antes
de tomar el libro.
-Es un honor, Alteza. -
Ambos permanecieron así unos segundos, hasta que ella le pidió que
se pusiera en pie. Cerraron el ventanal y se dirigieron hacia el
cuartel de la guardia. En su camino, la gente que se encontraban
hacía reverencias a la Majestad, quien inclinaba un poco la cabeza
en gesto de gratitud. Cuando llegaron al cuartel, un sonido metálico
interrumpió repentinamente el ambiente dentro de la habitación. Los
soldados se habían puesto en formación de manera simultánea al ver que un miembro de la
familia Real había entrado en el cuartel. Se dirigió hasta la sala
en la que se encontraba el Sargento. Antes de entrar pidió ser
anunciada. La respuesta del interior de la habitación no se hizo
esperar y todos esperaban a la princesa haciendo una reverencia
militar.
-Su Alteza. ¡Que honor
para nuestros ojos el veros por acá! - El Sargento estaba
francamente sorprendido. - ¿A que debo el honor de vuestra visita?
-Sargento, me atrevo a
molestarlo por una situación relacionada a mi escolta personal.- el
hombre clavó sus ojos en el joven soldado al lado de Su Alteza.
-Si. Si mal no estoy, era
quién debía reportarse conmigo a las 3 en punto.- respondió,
haciendo énfasis en las últimas 3 palabras. El muchacho se
encontraba completamente firme ante su superior, aunque hubiera
querido apartar su mirada de el no hubiera podido.
-Lo sé, Sargento. Pido
una disculpa ante semejante descuido, pero si me permite
explicarle... Leo se encontraba en la biblioteca mientras yo cumplía
con un castigo. - Ambos militares se sorprendieron, el mayor porque
jamás imagino que la princesa podría ser castigada y el menor por
el recurso que ella estaba empleando para salvarlo de un castigo. - Y
para garantizar que cumpliera el castigo, mi maestro le asignó que
me vigilara en la biblioteca. Cuando nos percatamos, ya era tarde.-
El Sargento digirió la historia y sonrió.
-Majestad, espero que
vuestro castigo no haya sido tan severo. No imagino que ha hecho para
merecer una sanción.
-Pues... Solo me eché a
correr dentro de los pasillos del palacio. - Ella se mostraba
divertida con la situación, aunque fingia un poco de vergüenza
hablando sobre sus acciones.
-Aclarado el asunto, el
guardia personal asignado a la princesa queda sin castigo.- se
dirigió al escribano -Por favor, apunta eso y envía a alguien a
relevar al guardia de la torre norte.
-Agradezco mucho su
comprensión, Sargento. - e hizo una leve reverencia al militar.
-Alteza, sus finas
maneras y su cordial petición demanda obediencia de mi parte. - El
militar saludó a la princesa y de inmediato ordenó al soldado que
la acompañase hasta el comedor.
De camino a la estancia
no hablaron mucho, la noche ya dejaba caer sobre el cielo su velo
oscuro y las primeras estrellas aparecían para saludar al reino.
Repentinamente la princesa habló.
-Te agradezco mucho por
no haberme descubierto ante el Sargento, pero dudo mucho que hubiese
sido tan flexible si le contaba la historia original... Odio decir
mentiras, pero no encontré otra solución más rápida.
-Soy yo quien estoy
agradecido con vuestra voluntad de ayudar... No quería pasar la
noche vigilando en la torre Norte. - El joven fue consciente del
libro que llevaba en su mano derecha. - Gracias también por este
detalle, Alteza, me siento honrado con vuestro gesto.- la princesa le
dedicó una sonrisa. Al llegar a la entrada de la estancia, el
caballero se retiró luego de hacer una reverencia no sin antes
desearle buenas noches.
-Que tengas dulces
sueños, Leo. Que las diosas te favorezcan.